¿"L'Espace
privé", "Privatraum" o "espacio privado"?
Norbert
Elias
Así
como la palabra francesa “esprit” no significa lo mismo que la
palabra “Geist”, el vocablo francés “espace” no
significa tampoco lo mismo que la palabra alemana “Raum”. L’espace
privé suena completamente descomplicado, pero tal vez un poquito
metafísico y seguramente filosófico. Se piensa en la inmensidad del
cosmos de donde, en cierta medida cada hombre se saca su pedazo; se piensa
en algo aparentemente invisible acerca de lo cual se puede especular como
a uno le venga en gana. Pero si se traduce la expresión francesa al alemán,
ella adquiere un tono distinto. La expresión “Privatraum” o
también “der private Raum”- en la lengua alemana curiosamente
se acompaña de un sabor no tan inocente y mucho menos metafísico que su
opuesto francés. Suscita –por decirlo en términos sencillos- el
recuerdo de aquel lugar al cual, como suele decirse, incluso un emperador
tiene que ir a solas. Que esto no siempre haya sido el caso, el que Luis
XIV por ejemplo, sentado en el inodoro podía recibir a ministros,
seguramente forma parte del tema del cual aquí se trata. También las
cartas de su cuñada, Liselotte del Palatinado y las cartas de Mozart del
siglo XVIII en las que en ocasiones relata que fue al “Häusle”
(casita) que en aquel tiempo todavía estaba ubicado fuera de la casa de
vivienda, indican que el espacio privado no es algo inmutable sino el
resultado de una privatización, en realidad de un proceso de civilización.
Antes de
continuar quisiera decir una palabra para la definición más precisa de
los diversos ámbitos de asociación de “espace” y “Raum”.
El concepto alemán “Raum” en realidad no carece de la
universalidad que permite hablar del “Weltraum” (espacio
mundial = cosmos) y seguramente tampoco de la generalidad que permite
hablar de espacio y tiempo en general. Pero con tales significados
relaciona contenidos comparativamente más palpables de los cuales carece
el concepto francés. El concepto alemán de Raum puede referirse a
los cuartos de un apartamento: “nuestro apartamento tiene seis Räume”,
“aquí todavía hay un Raum más pequeño para guardar cosas”
– podría decirse “une petite chambre”; “un petit espace” estaría
un tanto fuera de lugar. Bien, ésta es una de las diferencias. Debería
tenerse conciencia de ella. El concepto francés en este caso seduce más
fácilmente a especular que el alemán por la equiparación de espacio con
cuarto o casa y el ámbito espacial puede ser bajado del cielo a la tierra
en mayor medida que para el caso del concepto francés, y puede ser
referido a las cuatro paredes de un cuarto.
Es
posible que para personas de lengua alemana incluso por esta razón el
problema del espacio privado se les presente en otros términos que a las
de lengua francesa. Permítanme presentar unos ejemplos. Yo vivo en
Alemania en un instituto. Mi pequeño apartamento tiene su propia entrada,
su propio número y su propio timbre. Cualquier estudiante, cualquier
conocido o amigo que desea hablar conmigo podría buscarme cuando lo
quisiera. Solamente tendría que tocar el timbre o golpear la puerta, podrían
hacerlo en la puerta delantera o también en la trasera que da hacia el
bosque así prácticamente hacia el ámbito público. Pero esto no ocurre
o sólo muy raras veces. Personas conocidas y desconocidas no me visitan
sin llamarme y acordar una cita previamente. Respetan –podría decirse-
mi espacio privado. Pero de hecho este espacio se vuelve privado sólo
porque otras personas, entre ellas ante todo mis vecinos, lo consideran un
espacio privado, y lo respetan como tal. En otras palabras, se vuelve
realmente privado en relación con el desarrollo de un canon social específico
del comportamiento y sentir. A través de este concepto ya estoy señalando
las tesis principal de mi contribución al problema de lo que Philippe
Aries aquí ha puesto en discusión. El tema central de discusión, que se
enfoca bajo el nombre de “L’espace privé”, no es un lugar,
un sitio, una localidad, en fin no es un “espace privé” como
tal. Son los hombres cuyo estándar de comportamiento y sentir tal vez
haya experimentado en la época contemporánea una privatización de
determinadas actividades y esferas de la vida mayor que nunca antes, es
decir, un aislamiento gradual y socialmente codificado con bastante
precisión de las actividades y del sentir de cada hombre con respecto a
muchos, a veces incluso a todos los demás hombres. Mientras no se haya
efectuado la reformulación del problema de estudio de un supuesto espacio
para referirlo a la investigación del cambiante canon social del
comportamiento y del sentir, el tema central de nuestra discusión que aquí
se ha planteado permanece un tanto misterioso -se sustrae al acceso del
investigador. Si se logra dicha reorientación, se reconoce fácilmente
que los hechos a los cuales se refiere el concepto de “L’espace
privé” se pueden aprehender y entender mejor si a este
“espacio”, tal como hoy se le puede observar, se le entiende como un
nivel de un largo proceso diacrónico o -si prefieren- histórico, que yo
mismo he estudiado más detenidamente. La creciente privatización de
muchas actividades humanas es uno de sus aspectos; éstas resultan, como
he mostrado, trasladas en creciente medida tras bambalinas de aquella
esfera de la vida que únicamente ahora y de hecho sólo en relación con
esta diferenciación, se separa como esfera pública de la privada. En
otras palabras, la dicotomía de la convivencia, a la cual uno se refiere
cuando opone el “lugar privado” y seguidamente la vida privada a otra
cosa que probablemente se llamaría “L’espace public” o “La
vie publique”, no se entiende mientras no se la considera como algo
que se ha venido formando y que continúa en gestación, es decir, como un
aspecto de un proceso de civilización más amplio. Si esto ocurre,
entonces el cambio del comportamiento y de la sensibilidad humanos con su
respectiva modificación de las instituciones humanas, en particular de la
vivienda, se abre más a la explicación.
Quizá,
unos ejemplos pueden ilustrar el hecho de que nuestro tema no es un
espacio cualquiera como tal, sino que es un aspecto específico de la
convivencia de los hombres, especialmente también las reglas de la
convivencia y su “internalización” –como a veces se le llama de
modo no del todo suficiente- en forma de la conciencia, de la sensibilidad
o también del sentido del tacto y de pudor.
En
los edificios del Instituto donde estoy residiendo, a veces viven juntas
de 20 a 30 familias en un espacio relativamente reducido. En muchos casos,
los contactos entre ellas son mínimos. Forma parte de las reglas no explícitas
que uno moleste al otro lo menos posible. Por supuesto que hay
excepciones. Hace poco oí, a una hora en que normalmente no suelo esperar
visitas, a alguien timbrar y como no respondí golpeó bastante fuerte a
la puerta. Era, como luego supe, un estudiante español que no conocía y
quería que le dirigiera su tesis doctoral. Indagué cuidadosamente, y se
reveló que a este respecto él estaba acostumbrado a otro canon de
comportamiento, a otro canon de privatización.
La
diferencia me hizo caer en cuenta en qué alta medida está relacionado lo
que conceptualmente aprehendemos como “espacio privado” con el fluido
canon del comportamiento social. Hay a este respecto diferencias
nacionales específicas que se logran aprehender solamente si se las
entiende como diferencias nacionales del canon social del comportamiento.
Los
estándares de privatización naturalmente varían entre las capas
sociales de una misma nación. El grado de las diferencias, por su parte,
está muy relacionado con el curso del desarrollo de las diversas
naciones. Pero quiero limitarme aquí a unos pocos aspectos del problema
ampliamente ramificado. Mi permanencia en París y Londres me ha dejado vívidos
recuerdos de que el canon de las visitas de las familias burguesas
pudientes varía mucho entre las capitales de Francia e Inglaterra, y al
parecer incluso en provincia. Quizás podríamos enfrentar el problema
mejor si nos representáramos los distintos grados de privatización de
una vivienda burguesa a través de una serie de círculos concéntricos.
Mis propias experiencias seguramente son limitadas. Las menciono aquí
solo para demostrar con su ayuda qué clase de reorientación es necesaria
y posible para complementar el concepto algo estático del “espace
privé” con el de la privatización. Recuerdo que en el tiempo que
viví en París la privatización de los apartamentos burgueses llegaba
mucho más lejos que la de capas comparables en Inglaterra. Por supuesto
que en ambos casos había variaciones individuales. Pero por encima de
todas estas variaciones había diferencias nacionales muy evidentes en el
canon de visitas, que sin duda está muy relacionado con el de la
privatización. Entre la burguesía francesa pudiente había, hasta donde
puedo ver, un ciclo casi obligatorio de visitas dentro del círculo
familiar que comprende de dos a tres generaciones. Me parece que era
comparativamente poco habitual pernoctar. En algunos casos que conozco había
visitas mutuas de damas amigas, pero con excepción de ellas, el acceso de
extraños, es decir de personas no pertenecientes al círculo familiar
amplio a la vivienda era raro, casi nunca incluía una comida y tales
visitantes nunca pasaban la noche en la casa visitada. El ritual ingles
frente a las visitas era radicalmente distinto. Me parecía que a ese
respecto el canon del comportamiento y sentir de las grandes familias
aristocráticas y de la gentry se había extendido mucho a las
capas medias. En esas familias inglesas se estaba preparado para recibir
en casa incluso a personas completamente extrañas. La expresión “spare
bed” es muy familiar entre los ingleses. Los enseres de la visita,
la toalla extra, el vaso extra para limpiarse los dientes, en el invierno
una botella para calentar la cama, están rápidamente a la mano. Y cuando
uno está invitado para el fin de semana, en la mañana del domingo no se
está obligado a llevar ninguna conversación si no se tienen ganas de
hacerlo. El anfitrión mismo con frecuencia está dedicado a su periódico
dominical, y sólo saluda con la cabeza cuando uno entra, de pronto le
acerca a uno un segundo periódico. También esto es –o era- parte del
ritual de hospitalidad, que al igual que cualquier otro es individualmente
variable. Pero si uno no lo conocía, fácilmente podía suscitar la
impresión de que uno había caído mal. Pero esta hospitalidad inglesa
tan legendaria también era altamente ritualizada. La privatización de
los espacios, es decir, su impermeabilidad para extraños, era en las casa
de capa media inglesas comparativamente inferior a la francesa, que era
rigurosamente moldeada. El retraimiento medio ritualizado del anfitrión
tras el período dominical es un ejemplo. Dentro del ritual del fin de
semana de la familia abierta a la hospitalidad formaba, en cierta medida,
una forma propia de privatización; era la creación de un espacio privado
detrás del período dominical.
Con
este ejemplo rápidamente esbozado quiero subrayar solamente un punto teórico
ya mencionado, que es también de importancia para cualquier investigación
empírica. La expresión “L’espace privé” puede sugerir fácilmente
la imagen de algo absoluto, es decir, de un hecho estático que al igual
que toda unidad espacial tiene profundidad, anchura y altura. Pero aunque
el concepto del “espacio privado” puede referirse también a
“espacios” de tres dimensiones, sería bueno tener claro que en este
contexto se usa como metáfora. Esto tiene que ver incluso con el hecho de
que la formación del plural del concepto francés “l’espace”,
es decir algo como “les espace” resulta inusual y tal vez “no-francés”.
Lo mismo se puede decir del concepto inglés “space”, al menos
cuando los físicos no habían descubierto que el espacio de nuestro
universo pertenece a un super espacio. Pero si “espacio privado” es
una metáfora, entonces no se puede eludir la pregunta: ¿una metáfora de
qué?.
Cuando
se mira más detenidamente, se descubre que el concepto “L’ espace
privé” es una expresión metafórica que se refiere a fin de
cuentas a un proceso social no planeado de la creciente o, según el caso,
también decreciente privatización que está relacionada con los cambios
en el canon social del comportamiento y sentimiento. Para dicho proceso
visto en éstos términos presenté diversos ejemplos en mi libro de la
civilización, y mis amigos y discípulos han estudiado otros aspectos de
dicho proceso. Un ejemplo de los cambios del estándar de privatización
lo son también determinados cambios en la privatización del sueño. En
épocas pasadas, en la Edad Media por ejemplo, era completamente inusual
que una persona durmiera sola, sola en una cama y desde luego lo era que
durmiera sola en un cuarto. Si se hace uso de la herramienta metódica
auxiliar de la serie diacrónica para ilustrar los cambios diacrónicos
del comportamiento y sentir de los hombres, se encuentra una secuencia del
siguiente tipo. La extraigo de mi libro de la civilización.(1)
Erasmo
escribe en 1530 en De civilitate morum puerilium, que la persona
joven debe yacer quietamente cuando comparte el lecho con alguien, y que
no debe molestarse al compañero tirando de las mantas.
Esto
está descrito aún más detalladamente por Pierre Bro:
...
si cerca de ti está acostada una persona
estira
bien todos tus miembros
mantente
recto y cuídate
de
incomodarla en modo alguno
moviéndote
o dando vueltas bruscas...
En
1729 en De La Salle ya se habla así:
“...
No debemos... desnudarnos ni acostarnos ante persona alguna; ...”
Se
podría continuar esta serie diacrónica hasta nuestros días para mostrar
cómo avanza el estándar del dormir solo. Primero los hombres por lo
regular comparten el lecho con varias personas, luego varias personas en
diversas camas comparten en el mismo dormitorio. Finalmente se vuelve la
regla que únicamente los padres comparten el mismo dormitorio y que cada
niño no sólo tiene su propia cama sino también su propio cuarto para
dormir. Y finalmente se puede notar una cierta tendencia a que incluso los
cónyuges tengan camas separadas y a veces cuartos separados. Como puede
verse, la privatización es un aspecto de la individualización.
Así
me estoy acercando a un tema que me inquieta bastante. Si bien las formas
de pensar y las perspectivas francesas del siglo XVII, y en parte todavía
las del siglo XVIII, me parecen comprensibles, tengo al mismo tiempo
grandes dificultades con algunos hábitos del pensamiento contemporáneo
con los cuales me encuentro en el tema que plantea este simposio por
ejemplo y en una que otra de las ponencias que tuve oportunidad de leer. A
propósito de un tema de investigación como éste, a mi mismo me importa
descubrir relaciones estructuradas que permiten plantear un problema
claro, que sea susceptible de ser resuelto, es decir, de explicar algo que
hasta ahora no lo está. En consecuencia, debo preguntar también aquí:
¿cuál es el problema a cuya solución intentamos aportar algo, y qué es
lo que hasta el momento no se había explicado y que ahora se explica por
la solución del problema?. En lo que hasta el momento he dicho, intenté
expresar cuál es el problema que me parece no resuelto o resuelto
insuficientemente: el proceso de la creciente privatización. Se le puede
denominar también proceso de la individualización o en un sentido más
amplio proceso de la civilización. El cambio que se ha realizado en la
relación y en el hábito de los hombres representa un problema
reconocible que se puede resolver y cuya solución es una evidente
ganancia de conocimiento. Pero si tengo ante mí el concepto. “L’
espace privé” no sé bien cuál es el problema. ¿Qué es, de
hecho, lo que se quiere explicar? ¿O acaso no se pretende explicar nada?
¿Quizá simplemente se está conforme con una descripción?
Desde
luego que una descripción también puede resultar interesante. Pero ¿cuál
es su valor cognoscitivo? ¿Es la colección de detalles? Pero lo peculiar
de las colecciones de detalles es que ellas sencillamente son cosa de
nunca acabar. Como la arena del mar son un sin número. En efecto, los
historiadores con frecuencia se conforman con descripciones. Pero todos
ellos se basan inexpresamente en un principio de selección supremamente
específico, un modelo selectivo. ¿Qué modelo de selección debemos
utilizar aquí para el estudio del espacio privado? Les he comunicado mi
propia propuesta. Propongo que se intente llegar a un firme Modellgerüst
del proceso de la creciente privatización a través de comparaciones
sistemáticas del estándar actual de la privatización de viviendas,
medios de hablar, modos personales de sentir y de comportarse, etc., bien
sea vertical o diacrónicamente a lo largo de los siglos. Cuando se
pretende elaborar un modelo de procesos uno se encuentra ante un problema
muy preciso: ¿cómo y porqué en las sociedades europeas tuvo lugar una
creciente privatización que es comprobable?.
Como
ya se ha dicho, un problema de este tipo se puede resolver solamente si se
investigan los silenciosos cambios del canon social de una sociedad. Esto
se puede hacer completando las indispensables comparaciones diacrónicas
por comparaciones sincrónicas. Se puede preguntar, por ejemplo, cómo se
distingue el canon de las visitas y de la hospitalidad de las clases
medias en diversos países. Pero por muy útiles que sean las
comparaciones sincrónicas como medio para conseguir un perfil más claro
de uno u otro ritual nacional de hospitalidad, una explicación de tales
diferencias también en este caso es posible solamente si se ha elaborado
un modelo de la génesis de los distintos rituales en su contexto, es
decir, en el contexto de la génesis de las diversas sociedades
nacionales.
Tengo
la sensación de que a este respecto hay ciertas diferencias entre los
procedimientos que yo propongo y lo que ha planteado Philippe Aries. Estas
encuentran su expresión simbólica en una formulación que me es extraña
e incluso un tanto incomprensible, es la formulación
“L’
individu dans la famille”
(El
individuo en la familia)
Sé
muy bien que se trata de una formulación corriente. Pero no la entiendo
bien. ¿Entonces la familia misma no se compone de individuos? No estaría
más de acuerdo con los hechos si se dice:
(El
individuo entre individuos)
En
efecto, el concepto de familia resulta un tanto engañoso si se le opone
al de individuo, sugiriendo así una imagen como si la familia existiera
fuera y lejos de los individuos. ¿No sería más adecuado si se hablara
de la familia como de una agrupación específica de individuos o, en mi
propio lenguaje, de una figuración de hombres?. Entonces también quedaría
más claro que las coacciones de las cuales se suele decir que la familia
ejerce sobre el individuo, en realidad son coacciones que ejercen los
individuos unos sobre otros. Individuos que están atados de una extraña
manera unos a otros a través de un canon de toda la sociedad y finalmente
también a través de leyes estatales así como por necesidad personales.
Tengo la sensación, pero como digo es sólo una sensación indefinida, de
que a Philippe Aries le gustaría enfocar el problema de “l’espace
privé” a partir del individuo aislado. Pero esto no es posible.
Este problema puede enfocarse sólo desde los individuos interdependientes
y relacionados mutuamente en forma de sociedades. Ésta es la razón por
la cual propuse contemplar el problema de la privatización con la ayuda
de estudios del cambiante canon de la convivencia de los individuos, o
también a través de los cambios relacionados con éste en la barrera de
los sentimientos de vergüenza y de asco en relación con las funciones físicas
–de las propias tanto como de las de otros- y desde luego que también
mediante estudios de los interiores de las viviendas que se corresponden
con esta creciente privatización y con el aumento del sentimiento de vergüenza
y pudor de los hombres.
Permítanme
mencionar al final como ejemplo todavía la creciente privatización de
las instalaciones para las necesidades naturales, que fue tratada más
detenidamente por Peter R. Gleichmann en su ensayo “Die Verhäuslichung
körperlicher Verrichtungen”(2) (“La domesticación de los
quehaceres físicos”).
Déjenme
comenzar con una cita de las cartas de la cuñada de Luis XIV, es decir,
de la mujer de su hermano y madre del regente, que en Alemania se conocía
simplemente como Liselotte del Palatinado. Ella escribió el 16 de mayo de
1705 desde Marly a su tía, la electora Sofía de Hannover, una de estas
cartas divertidas y vivas que aún hoy en Alemania se leen con gusto. A
continuación de una alusión a la conducta del príncipe de Wolfenbüttel
en el lecho conyugal ella comenta sus lecturas
de
novelas. Leer toda una novela de un tiro le parecía demasiado pesado.
Ella lee un par de páginas
“wenn
ich met verlöff auf dem
kackstuhl
morgens und abends sitze...” (3)
(“cuando
con permiso estoy sentada en la silla de retrete por la mañana y por la
noche”)
Se
ve: ya existe un muy pequeño sentido de pudor. La expresión “mit
Verlaub” (con permiso) lo insinúa. Pero la privatización de tales
quehaceres aquí en la correspondencia y obviamente también en la práctica,
está mucho menos avanzada que por ejemplo en el siglo XIX o XX. En parte
esto está relacionado con el desarrollo de las instalaciones técnicas.
La “chaise percée” es traída por los sirvientes, y ellos
también la llevan y la limpian. Es poco probable que la alta dama haya
tenido reparos en hacer sus necesidades mismas en presencia de los
sirvientes. A veces uno se pregunta cómo y dónde hacen los sirvientes lo
suyo. Mozart relata en un tiempo un poco posterior cómo tenían que ir él
y otros al “Häuserl” (casita), es decir, a una instalación
quizá ubicada en el patio. Y Peter Gleichman estudia en el mencionado
ensayo más detenidamente cómo se realizó en el siglo XIX el desarrollo
de la construcción de casas y ciudades donde un espacio separado, un baño,
se volvió implemento normal de cada apartamento.(4) Sólo así
este espacio se volvió, al lado del lecho conyugal, el espacio más
privado de toda vivienda privada.
Quizá
se debería superar un cierto engaño que lleva implícito el concepto
“espacio”: en muchas sociedades el espacio al interior de la
vestimenta forma parte de los espacios más privados de los hombres. En
todas las sociedades normalmente “vestidas” hay en general, aunque no
siempre, un determinado enclave donde los hombres pueden mostrarse
desnudos a otros, sin tener que sentir pena, sin caer en una estigmatización
convertida en autocoacción. Pero en muchas sociedades la privatización
no sólo de los quehaceres físicos sino del cuerpo mismo llega tan lejos
que se siente pena frente a cualquier parte desnuda del cuerpo que no sean
las manos o la cabeza, en el caso de las mujeres comúnmente en mucha
mayor medida que en el de los varones. Noten ustedes la selectividad de
nuestro concepto de desnudez a este respecto. No es muy común hablar de
las “manos desnudas” o del “rostro desnudo”. La expresión
“desnudo” se refiere a partes del cuerpo que normalmente están
vestidas. También esto señala que en sociedades donde la vestimenta es
de rigor, el espacio más privado se encuentra dentro de la ropa, y eso en
diversas capas. Las prendas más internas, las más cercanas al cuerpo,
están afectadas por la privatización del cuerpo. No es decente hacer
visible la llamada ropa interior. Estas prendas de vestir también están
altamente privatizadas.
Siempre
de nuevo uno llega a la conclusión de que el problema tocado mediante el
concepto del “espacio privado” se puede dominar solamente si se le
entiende como un problema del canon social y luego también de los cambios
del canon social en el sentido de una creciente o decreciente privatización,
y esto sólo si se distinguen los diversos grados de privatización, es
decir, pensándolos en cierta medida como círculos concéntricos. En
sociedades como las nuestras, lo que se encuentra dentro de la ropa
interior, y también la ropa interior misma, es decir, la que está debajo
de la ropa de calle, es –según parece- lo más altamente privatizado.
El dormitorio y el baño son privadísimos en buena parte gracias a que
allí uno se desviste.
Pero
también hay otros grados de privatización, hay otros círculos concéntricos
que son más externos; es una privatización que se refiere ante todo a
los grados de separación o de apertura del propio hogar en relación con
otras personas, es decir, al problema del ritual de las visitas, de la
hospitalidad y a problemas similares. Todo lo que he dicho señala que el
problema de la civilización difícilmente se deja dominar si no se sigue
el problema que se deriva de los distintos modelos y grados de privatización
entre varones y mujeres y entre adultos y niños. Pero si me pusiera todavía
a rastrear este problema, este paper se volvería demasiado largo.
Notas
(1)
Norbert Elias, Über den Prozess der Zivilisation, vol. 1, Frankfurt (stw
158) 1976, págs. 220 ss. [Traducción castellana: El Proceso de la
civilización. Investigaciones sociogenéticas y psicogenéticas, México,
FCE, 1989].
(2)
Peter Reinhart Gleichmann, “Die Verhäuslichung körperlicher
Verrichtungen”, en: Peter Gleichmann, Johan Goudsblom y Hermann Korte
(eds.), Materialien zu Norbert Elias’ Zivilisations theorie,
Francfort (stw 233), 1979, págs. 254 ss.
(3)
Carta del 26 de abril de 1704.
(4)
Como en todos los casos de impulsos civilizadores, también en éste
pueden presentarse movimientos contrarios en cualquier momento. Así se
realizó la desprivatización de quehaceres antes ya privados ¾en
la guerra de 1914-1918 por ejemplo¾
en forma relativamente rápida, porque en el campo de guerra, al menos
para la tropa, frecuentemente sólo se disponía de letrinas colectivas,
es decir, la señalada desprivatización ocurrió bajo la presión de unas
circunstancias que la hicieron necesaria y con la aprobación de una opinión
pública que la hizo posible.
http://historiadelapsicologia.elseminario.com.ar/Textos/Elias_EspacioPrivado.rtf